La expresión “de aquí se habla mal, pero todo está mucho mejor” pertenece a un fragmento de la canción De donde vengo yo, de la agrupación ChocQuibTown. La frase intenta desmontar estereotipos entorno a la situación actual del municipio de Quibdó y demostrar que estas problemáticas no constituyen el eje central de la identidad de la ciudad.No obstante, ¿realmente las cosas están mucho mejor? Pues, resulta importante subrayar aquellos fenómenos violentos y particulares que azotan al municipio. Entre ellos la alta tasa de homicidios y la eterna lucha por el poder en el territorio entre el Estado y los grupos al margen de la ley.
“Resulta que el color rojo de nuestra bandera, no es la sangre que derramaron nuestros antepasados”
Palabras de Juan Gómez*, habitante de la ciudad, que hacen referencia al alto índice de homicidios. Y es que, según la investigación La pobreza en Quibdó: Norte de carencias, parte de una serie publicada por el Banco de la República: Documentos de Trabajo Sobre Economía Regional y Urbana, se calcula que Quibdó tuvo la tasa más alta de homicidios en Colombia en el año 2016 con 98,33 casos por cada 100.000 habitantes. Esto representa hasta cuatro veces la tasa media de América Latina y el Caribe. En el mismo informe se señala que “la distribución espacial de la violencia es reveladora. A pesar de que Quibdó es la ciudad capital con menos población entre las 23 principales, sólo en la Comuna 1, se presentó una cifra de homicidios comparable con ciudades capitales como Sincelejo y Florencia”.
Palabras de Juan Gómez*, habitante de la ciudad, que hacen referencia al alto índice de homicidios. Y es que, según la investigación La pobreza en Quibdó: Norte de carencias, parte de una serie publicada por el Banco de la República: Documentos de Trabajo Sobre Economía Regional y Urbana, se calcula que Quibdó tuvo la tasa más alta de homicidios en Colombia en el año 2016 con 98,33 casos por cada 100.000 habitantes. Esto representa hasta cuatro veces la tasa media de América Latina y el Caribe. En el mismo informe se señala que “la distribución espacial de la violencia es reveladora. A pesar de que Quibdó es la ciudad capital con menos población entre las 23 principales, sólo en la Comuna 1, se presentó una cifra de homicidios comparable con ciudades capitales como Sincelejo y Florencia”.
Los datos aquí presentados son un cálculo de autor basado en reportes de la Policía Nacional, encuestas del DANE y Min. defensa. Los datos del 2019 son inconclusos, por ello no se tuvieron en cuenta.
Si bien es cierto que los datos señalan que la tasa de homicidios de Quibdó va en decaimiento, es notable el hecho de que continúa siendo uno de los municipios con las cifras más altas de asesinatos por cada cien mil habitantes en Colombia. Sumado a este hecho, la percepción de inseguridad es cada vez más alta. Lo impactante de estas cifras es que, según el coronel Jhon Milton Arévalo Rodríguez, más de la mitad corresponden a asesinatos llevados a cabo por las bandas delincuenciales que regentan la ciudad.
En cuanto a esto, Víctor Raúl Mosquera García, ex defensor regional del pueblo en el Chocó (2004 - 2013), anota que “los números siguen siendo alarmantes y las bandas criminales se han reestructurado” haciendo énfasis en esto último. La razón es que, aunque en el periodo en el que fue defensor las bandas concentraban mayormente el poder coercitivo, ahora son menos poderosas, pero están más presentes en los barrios. De hecho, para Víctor Mosquera, muy probablemente cada barrio tenga a uno de estos grupos al mando y no se sabe si esto responde al surgimiento de nuevas bandas o a la fragmentación de las que ya existían. Lo que sí se sabe, y con lo que Víctor está de acuerdo, es que después de que sectores al margen de la ley como las FARC, paramilitares y el ELN comenzaran procesos de
desmovilización en el territorio, estas bandas criminales fueron ocupando aquellos espacios abandonados.
Y es que, hay una presencia dispar del Estado a lo largo del territorio colombiano y municipios como Quibdó han pagado las consecuencias de esta disparidad. Muchos coinciden en que parte del origen del problema fue la ineficiencia estatal a la hora de llenar los vacíos de poder y esta pérdida de control territorial desembocó en que las bandas criminales intentaran ejercer competencias del Estado: imponer toques de queda, hacer
control tributario, vigilancia y protección de fronteras, entre otras cosas.
¿Se trata entonces de un paraestado? Chelcy del Carmen Perea Conto, juez penal de circuito especializado en Quibdó, dice que no. No hay un funcionamiento ilegítimo del Estado, pues estos grupos no tienen un control absoluto del poder económico, político y social. Más que un desplazamiento total del poder estatal, hay un desplazamiento parcial. Los ciudadanos se
rigen por las leyes dictadas por un poder público y constitucional, al tiempo que responden a las normas de grupos al margen de la ley. A este problema Chelcy Perea le suma que “las autoridades locales no han logrado poner un orden efectivo en la ciudad”.
Es así como, en aras de restablecer el orden, el pasado 25 de enero se llevó a cabo un consejo de seguridad en la ciudad de Quibdó. En este, el ministro de defensa Carlos Holmes Trujillo, en compañía del alcalde Ariel Palacios Calderón, anunció la construcción de un distrito especial de policía para la ciudad. Esta medida refuerza la presencia policial y asigna capacidades especializadas contra la delincuencia común y organizada. El pronunciamiento fue hecho tras la oleada de inseguridad por los múltiples asesinatos llevados a cabo por bandas dedicadas al crimen organizado en el mes de enero del presente año en la capital del Chocó.
La segmentación del poder a través de los ojos de los habitantes
Estas bandas llevan ejerciendo políticas de terror contra los ciudadanos desde hace años. María Montoya* cuenta: “Yo trabajé como encuestadora del DANE. Ayudé con la encuesta de convivencia y seguridad ciudadana y puedo decir que la percepción de la seguridad está por los suelos”. Ella explica el hecho con que, aunque la tasa de homicidios ya no es tan alta
como en años anteriores, las “vacunas 1 ” son más frecuentes y menos denunciadas. Muchos son extorsionados y sienten que decirlo a las autoridades no ayuda. “¡Imagínate llegar al punto en el que consideras que pagar las vacunas es mejor que denunciar!”, dice. Y es que pocos han sido los casos que, al denunciar, se han resuelto con éxito. Además, como María,
numerosas son las personas que piensan que algunos miembros de la policía tienen alianzas con estas bandas delincuenciales.
En compañía de María se encontraba Mariana Pérez*, residente del barrio Los Álamos. Ella, por su parte, añade que “no todo es malo. No sólo son bandas que te roban, matan y ya”, refiriéndose a que, en ocasiones, son mediadores de los conflictos que se dan en los barrios.
Ejemplificó esto con que, en algunos barrios, si dos personas se pelean, deben pagar una multa monetaria.
Para Mariana, ellos ponen el orden que la policía no. Cosa con la que María no concuerda. Sin embargo, ambas coinciden en que las bandas ejercen un poder arbitrario y represivo sobre la población civil. Y este poder no se extiende sólo al plano territorial, sino que comprende, incluso, cuestiones morales. Esto lo ilustran contando que, cada cierto tiempo, la ciudad pasa por etapas de “limpieza social”, un tipo de violencia que consiste en
homicidios selectivos de aquellos miembros de la sociedad quibdoseña que no se consideran deseables. Esto es, miembros de otras bandas, personas que pertenecen a minorías sexuales, delatores, etc.
En ambos casos se acordó omitir la identidad de las participantes para salvaguardar su integridad.
Tal como Mariana Pérez y María Montoya, muchos viven con miedo permanente. Miedo a morir por estar en el lugar y momento equivocado, a cruzar alguna frontera invisible sin percatarse de ello, a que sus hijos se involucren con estas bandas, a crear un negocio y ser extorsionados, a incumplir un toque de queda, a tener diferencias con alguien cercano a
algún miembro de estas bandas, etc. A esto se le suma la delincuencia común que golpea a todos los departamentos del país.
*Los nombres fueron cambiados para evitar la identificación de las fuentes.
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