Uniandinos, ¿más allá del deber?

A comienzos de junio empezaron a aparecer vía twitter una serie de denuncias anónimas de distintas mujeres dónde manifestaban casos de abuso y acoso sexual en el círculo de participación Onu Andes. Para la de hoy, los testimonios sobrepasan el centenar, y se extendieron a otras universidades de Bogotá y del país e incluso, dió paso a otra serie de denuncias sobre situaciones de acoso en contextos universitarios. Después de un mes de lo ocurrido vale hacer la revisión, ¿qué ha sucedido? ¿por qué esto fue tan alarmante? ¿por qué debería importarnos a todos? 



Por: María Fernanda Alarcón

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El inicio:

El fin de semana del 13 y el 14 de junio una usuaria de twitter perteneciente a la Universidad de los Andes anunció que empezaría a recibir y publicar denuncias de acoso y abuso sexual ocurridas dentro del círculo de participación Onu Andes . Este círculo se enfoca en hacer simulaciones de modelos de la organización de las Naciones Unidas, donde por medio de distintas delegaciones se lleva a cabo un proceso de preparación que puede durar meses, para luego realizar eventos de debate dónde se discuten temas como paz, desarrollo, seguridad y pobreza. Estos modelos son replicados en distintas instituciones a nivel nacional y mundial, incluyendo desde universidades hasta colegios, donde gozan de gran prestigio pues llegan a competencias de gran nivel donde pueden desarrollar habilidades como debate, argumentación y negociación, elementos importantes para un curriculum profesional.

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A lo largo del fin de semana se llegaron a publicar más de 120 denuncias que relatan hechos que involucraban estudiantes de la universidad y que eventualmente se habían desarrollado en espacios universitarios. La etiqueta que siguió las denuncias fue #NoMasSilencioEnMUN y sirvió de respaldo para que muchas más chicas hicieran eco de sus testimonios, los cuales sacaron a la luz aún más dinámicas violentas y humillantes que estaban interiorizadas dentro de estos modelos de Naciones Unidas en la universidad.

Pero las denuncias no quedaron ahí. Muchas mujeres empezaron a decir públicamente que habían sido víctimas de estas situaciones y empezaron a dar nombres propios y descripciones concretas de lo que, de acuerdo con los testimonios, fue una situación que se desarrolló durante años en el círculo  de participación. Fue así como las denuncias se fueron extendiendo a otras universidades de Bogotá y del país. Asimismo, una colectiva feminista llamada Las  perras histéricas creó el hashtag #NoMasSilencioEnLasAulas en donde se dieron paso a denuncias de estas  dinámicas de acoso en otras universidades del país, involucrando esta vez a profesores de universidades como la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes, la Universidad Libre, entre otras. Lo que empezó con 20 testimonios llegó a crecer de tal manera que , poco a poco, se empez ó a desmantelar una realidad que venía ocurriendo hacía años, bajo la complicidad del silencio de muchos miembros de la comunidad  de Onu Andes.

¿Por qué resulta tan chocante?

El círculo de participación de Onu Andes y en general estos modelos de Naciones Unidas han logrado crear un gran prestigio en la universidad. A lo largo de su trayectoria han acumulado premios a nivel nacional e internacional y se ha convertido en uno de los grupos de participación más grandes de la Universidad. Por ello las denuncias cayeron como un balde de agua fría; fue como destapar una caja de pandora o más bien, abrir una olla podrida. Que en un grupo que llevaba el nombre de la universidad como estandarte y que gozaba de tanto prestigio se presentaran de forma normalizada e interiorizada estas situaciones, demuestra  que no se trata en sí mismos   de casos aislados,  sino que por el contrario, hay un problema estructural dentro de la organización de los modelos de Naciones Unidas que perpet úa estas situaciones.

De igual manera, lo que estas denuncias dejan claro es que los modelos de Naciones Unidas dentro de la universidad (y como se pudo ver, también a lo largo de otras instituciones) se volvieron espacios altamente inseguros y de vulnerabilidad para las mujeres participantes y en general para los estudiantes. Los tipos de violencias iban desde el acoso, hasta el abuso sexual e incluso pasaban por dinámicas como el típico “mansplanning” que no es más sino una manera de seguir ridiculizando y humillando a mujeres capacitadas que merecían un trato de paridad dentro de estas instituciones.

Pero y entonces, ¿la universidad qué?

Frente a las denuncias hubo pronunciamientos de distintas partes de la universidad. Profesores y miembros de departamentos como Ciencia Política y Gobierno y Asuntos Públicos manifestaron su rechazo frente a estas dinámicas y además, ofrecieron su apoyo a las denunciantes. Representantes del consejo estudiantil también hicieron lo correspondiente al hacer mostrar su indignación frente a los escabrosos hechos. Sin embargo, aunque es absolutamente rescatable este tipo de manifestaciones porque demuestran que este tipo de cosas ya no están siendo ignoradas, ¿dónde se quedaron estas denuncias frente a la Universidad?

Dentro de la Universidad, este no es el primer caso de abuso y acoso sexual. Hace un año, en una iniciativa llamada Destapa la Olla, organizada por la colectiva feminista No Es Normal la cual busca deconstruir conductas de abuso dentro de la universidad, salieron una serie de denuncias de acoso y abuso contra el profesor de biología Adolfo Amézquita. Estas denuncias ayudaron a iniciar un proceso institucional en contra del mismo y concluyeron con su desvinculación de la universidad. Esto ayudó a que muchas más denuncias se empezaran a dar y que por lo tanto se empezaran a abordar públicamente estos casos. Como menciona Juliana Olaya, integrante de No Es Normal, en entrevista para este artículo“ Este tipo de casos ya se han presentado en la universidad, y a raíz de lo que pasó con el profesor de biología se empezaron a abrir espacios de discusión de visibilización en dónde muchas más compañeras hablaron de sus experiencias ”.

Precisamente esto fue lo que sucedió con #NoMasSilencioEnMUN, a raíz de que empezaron a salir las denuncias  del tipo antes mencionadas, muchas más mujeres y chicas empezaron a compartir sus testimonios de forma pública, hablando directamente de lo que les había pasado: en general, se fue creando una red que daba el apoyo y la confianza para poder hablar de lo que tanto tiempo la corrección política y el prestigio de los modelos  de Naciones Unidas evitaron.

No obstante, dado el contexto en dónde se presentaron las denuncias y la situación coyuntural de la pandemia, el llevar a cabo acciones concretas frente a lo sucedido ha quedado en el aire y este es el momento dónde no se sabe qué medidas se han tomado al respecto. La ruta de atención del protocolo MAAD (maltrato, amenaza, acoso, discriminación, violencia sexual o de género) busca dar apoyo y acompañamiento bajo la confidencialidad a personas que se sientan afectadas y violentadas por las anteriores acciones, además de efectuar acciones preventivas como acompañamiento jurídico, psicológico, médico y de seguridad. Sin embargo no puede interponer sanciones disciplinarias, dado que este protocolo remite los casos a un comité ad hoc en dónde a la hora de revisar el reglamento de la universidad no hay algo que diga estrictamente acoso, sino que lo más cercano es conflicto de intereses, lo cual dificulta en algunos casos seguir el proceso de denuncia .

Enlace artículo 070: https://cerosetenta.uniandes.edu.co/el-agridulce-resultado-del-caso-amezquita/ 

Entonces, ¿la solución es cancelar  el modelo MONUA 2021?

Ante esta situación tan frustrante surge entonces la duda de qué hacer expresamente frente a estos casos. Una posible idea al respecto es cancelar de lleno el modelo de MONUA 2021, el cual se está empezando a preparar desde ahora. Sin embargo, para la integrante de No Es Normal Juliana Olaya  esta idea no resulta la más adecuada. “No es tanto el hecho de que el modelo se haga o no, lo que realmente nos incunbe es el proceso de la víctima, cómo lo lleva, cómo se siente , si puede hablarlo, socializarlo , si puede volver a la vida cotidiana luego de lo que pasó” .

Ahí recae entonces las acciones a tomar al respecto. No se trata únicamente de cerrar el modelo o de simplemente sacar a los posibles implicados en estos casos. Estas acciones dejarían un mensaje de rechazo frente a estas acciones. Sin embargo, realmente el problema sigue estando presente, y  es que estos modelos siguen estando construidos bajo estructuras jerárquicas que favorecen que los modelos sigan siendo espacios inseguros para las mujeres y en general, para cualquier estudiante que quiera manifestarse en medio de estos contextos. El punto es no evitar que se den estos modelos sino crear estrategias que asuman y confronten estas denuncias y sean capaces de dar una respuesta que pueda crear espacios realmente seguros para participar en este tipo de actividades extracurriculares.

En resumen , cancelarlo  pero mantener las estructuras jerárquicas es contraproducente. Expulsar a los implicados que hacían parte de este modelo también es inútil porque no se trata de un caso de “manzanas  podridas”. Las denuncias dejan en claro que se trata de problemas estructurales y culturales que mantienen estas conductas. Como menciona Juliana “Es un problema cultural y del sistema que nos han dicho que ese tipo de cosas es mejor callarlas porque una se expone más. Todo el mundo está cuidando la espalda y cuándo una persona le dice a un compañero de un rango mayor que está a cargo lo que le acaba de suceder, muchas veces esa persona se quiere proteger frente a sus superiores o el modelo”.

Lo importante es que estas denuncias vayan más allá de un simple hilo en twitter y que puedan contribuir a ser puntos de inflexión para cuestionar y romper esos imaginarios . Esos que han sido instaurados y mantenidos hasta el punto de que la violencia y el acoso se normalizan dentro de los contextos universitarios.


  • Editor: Alejandra Cabello
  • Edición Web: Daniela Mariette Romero 

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