¿Qué tú y yo estamos locos, Lucas?

Las representaciones de la locura y de quienes la padecen han sido ampliamente exhibidas y reforzadas dentro de la cultura pop, lo que ha afectado negativamente las relaciones sociales de las personas que sufren de alguna patología psico-psiquiátrica. El acercamiento a productos culturales como las producciones de Hollywood y Disney nos ofrecen luces sobre cómo operan estas representaciones. En lo sucesivo, invito al atento lector a preguntarse qué símbolos han colmado su imaginario de lo que es la cordura y la locura, y cómo se manifiestan estas creencias en sus relaciones.



R. Leonardo Garay Ortiz
24.08.20

“Su tema era hablar solo, recorría las calles del pueblo hasta altas horas de la noche; en época de luna llena, su temperamento y su vocabulario se tornaba agresivo y soez […]. Por temporadas se tornaba nuevamente cuerdo y entonces era hasta divertido dialogar con él.” (Narváez 70). Yo estaría encantado de decirles a mis lectores que la cita que acaban de leer es de un cuento o una leyenda. El anterior pasaje pertenece al libro Planeta Rica: su pasado y su presente, escrito por un profesor del municipio de Planeta Rica, ubicado en Córdoba. El libro fue publicado en el año dos mil quince con la aprobación de la administración municipal como un documento histórico oficial sobre el pueblo, sus costumbres y su historia económica. 

  La cita que traigo a colación describe a Hernando Hernán Álvarez, uno de los “personajes populares de Planeta Rica”. Como este documento de carácter histórico registra, “el loco del pueblo” es un imaginario ampliamente difundido en la periferia nacional sobre las personas que sufren una patología psico-psiquiátrica y que no han tenido acceso a ningún servicio de salud. Al pensar en este imaginario nuestro es pertinente decir un par de cosas sobre él: primero, “[representa] a las personas con una enfermedad mental como peligrosas y/o vulnerables, [quienes requieren] la intervención exterior para regular sus vidas.” (Sampietro 103); y, segundo: caracteriza a todas las patologías psico-psiquiátricas que pueda sufrir una persona como una desconexión parcial o completa con la realidad.  

Sobre las palabras de Sampietro es preciso hacer un apunte. No se refieren al imaginario del “loco del pueblo”, sino a las representaciones en los medios de comunicación de personas que sufren patologías psico-psiquiátricas. Ahora bien, en el mismo texto, Sampietro expone que dentro de las investigaciones que han indagado sobre las causas de las representaciones negativas de personas con patologías psico-psiquiátricas se ha encontrado que no sólo se debe al “sensacionalismo” de los medios de comunicación, sino que también “se trataría de ofrecer al lector la posibilidad de comprender las historias a través de sus propias significaciones de sentido común. Estrategia de intertextualidad en la cual los nuevos términos profesionales se asimilan a las metáforas, los tropos y los fragmentos narrativos que se han ido acumulando en el sentido común a lo largo de los siglos.” 

 Es oportuno remitirnos a Foucault para especificar uno de los tropos a los que alude Sampietro. En El orden del discurso, el filósofo francés habla sobre “el loco” y respecto a su palabra dice que “no puede circular como [la] de los otros: llega a suceder que su palabra es considerada nula y sin valor, que no contiene ni verdad ni importancia, que no puede testimoniar ante la justicia, no puede autenticar una partida o un contrato”. Ese tropo del medioevo que nombra Foucault ha pervivido hasta nuestros días bajo la imagen del “loco del pueblo”. Tropo, que como ha dicho Sampietro, allana el terreno para que representaciones negativas de las patologías psico-psiquiátricas sean recibidas sin violentar el imaginario colectivo.     

Ahora bien, si miramos a los medios de comunicación masiva y a la oferta de ocio que consumen la mayoría de los colombianos, encontramos que los medios de comunicación masiva refuerzan imaginarios colectivos y estereotipos negativos sobre las personas con patologías psico-psiquiátricas. Para la muestra un botón: en el año dos mil diecisiete se estrenó la película Fragmentado. El personaje principal de la película es Kevin, un hombre de mediana edad que padece trastorno de identidad disociativo. De acuerdo a la Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5, uno de sus criterios de diagnósticos es: “Perturbación de la identidad que se caracteriza por dos o más estados de la personalidad bien definidos, que se puede describir en algunas culturas como una experiencia de posesión.”. Y Kevin tiene veintitrés personalidades, producto de traumas severos en su infancia.

Sin embargo, los errores en la representación del TID son también destacables: primero, desde un principio, la película se vende como un thriller cuya trama gira en torno del enemy within, que es uno de los alters de Kevin llamado “la bestia”; segundo, la psiquiatra que trata a Kevin y a sus alters sostiene que el TID es un paso hacia adelante en la cadena evolutiva del ser humano. Cabe la aclaración de que la hipótesis de la psiquiatra de Kevin es completamente infundada.   

Fragmentado es la representación del TID que más espectadores ha tenido en los últimos años, recaudó 297 millones de dólares en taquilla.  Y aunque esta película aborda el TID sin confundirlo con otro trastorno como la esquizofrenia, como ha pasado en los medios de comunicación masiva, fortalece el estigma que sobre este trastorno se ha formado desde el cine: son personas peligrosas con un asesino dentro de sí. De hecho, un grupo importante de youtubers diagnosticados con TID, que se dedican a brindar información sobre el trastorno y registran su vida cotidiana y la de sus alters, se pronunció al respecto de esta película y de Glass, la secuela de Fragmentado. El canal de You Tube Long Soul System, el único canal que habla sobre TID en español, subió un video explicando algunos de los problemas de Fragmentado y su impacto negativo sobre las personas con TID. 

Ahora bien ¿Podemos afirmar con certeza que hay una relación causal entre patología psiquiátrica y violencia? Sampietro hace una revisión de bibliografía académica sobre investigaciones que buscan responder esta pregunta. traigo a colación las conclusiones sobre las investigaciones que responden: sí y hay un vínculo complejo. En primer lugar, según Sampietro, investigaciones realizadas desde 1992 hasta 2007 mostrarían consistentemente que la enfermedad mental es un factor de riesgo moderado para explicar comportamientos violentos. Sin embargo, la mayoría de estas investigaciones presentan grandes limitaciones metodológicas: las muestras usualmente son extraídas de personas que han cometido crímenes y delitos o de pacientes que están o han estado institucionalizados en hospitales psiquiátricos. 

Tales muestras no representan al conjunto de las personas con problemas de salud mental. Ahora bien, las investigaciones que no cometen tales fallas metodológicas encuentran que el principal predictor de conductas violentas sería el diagnóstico de desorden en el uso de alcohol y drogas, no la esquizofrenia o las enfermedades psicóticas y, En definitiva, parece necesario considerar el papel que juegan otros factores sociales y culturales, más allá de la condición psicopatológica de los agentes. 

En segundo lugar, las investigaciones que concluyen que hay un vínculo complejo brindan una respuesta con mayores matices sobre tal relación. Estas investigaciones encuentran que, pese al leve incremento en los índices de violencia entre personas con patologías psico-psiquiátricas, su nivel de victimización es notoriamente más alto que el del resto de la población sobre la que se investigó, entre un veinte y treinta y cuatro por ciento más. Investigaciones realizadas en el 2001 resaltaron que la enfermedad mental no es causa suficiente para explicar situaciones de violencia, más bien, confluirían varios determinantes económicos y sociales. Estas mismas investigaciones apuntarían a que un historial de victimización incrementaría las probabilidades de comportarse violentamente, esta variable bien podría explicar los mayores índices de violencia entre las personas con una enfermedad mental.

Baste lo dicho hasta aquí para afirmar con suficiente piso empírico que no hay una relación causal comprobada entre trastorno de identidad disociativo y violencia. U otros trastornos psico-psiquiátricos.   

En este punto es pertinente hacer algunas observaciones sobre películas que son parte importante de nuestro bagaje cultural, incluso, son símbolos, imágenes de la infancia de varias generaciones, las películas de la factoría Disney. 

Disney recurrentemente representa la locura en sus películas. Y al hacerlo utiliza el término locura, no se habla de ninguna patología específica: Bella es llamada crazy, de Mr. Bank se dice “the man’s gone mad”. Así mismo, como en el caso de la madre de Dumbo, cuando un personaje es tachado de loco por el grupo social que lo rodea, tal personaje es apartado de la sociedad y encarcelado, como también sucede con el padre de Bella, en La bella y la bestia (1992). 

Ahora bien, aunque a los personajes llamados locos se les aísle y castigue, el espectador tiene la sensación de que la sociedad que lo condena no es confiable. En el caso de Dumbo (1941), la madre del personaje es juzgada por elefantes maliciosos y chismosos, niños bullys y payasos borrachos; en el caso de Bella, los aldeanos que la acusan son estúpidos, anodinos, vanos y superficiales; Y en el caso de Mary Poppins (1964), Mr. Banks es declarado loco “by Edwardian English society, whose ruling class is pictured as emotionally crippled.” (Beveridge). 

No obstante, pese a que el espectador no empatiza con quienes juzgan al personaje y “pareciera que ser excluido de estas sociedades fuese un logro, un signo de integridad personal”, los personajes se reintegran a esta sociedad revindicando y confirmando, triunfalmente, su cordura al final de los filmes: Los aldeanos confirman que la bestia existe, Dumbo vuela sobre quienes lo acusaron de loco cuando les contó que podía hacer tal cosa y Mr. Banks recupera su trabajo y aprende a comunicarse con sus hijos (descubriendo su niño interior y convirtiéndose en un padre cálido y cercano). 

Representada así, la locura y los locos parecen algo a lo que temer, algo que debe ser aislado, alejado, encarcelado. Y pese a que “Disney parece estar diciendo que la locura es una marca que la sociedad usa cuando se confronta con comportamientos que no entiende. Es, quizás, la imagen de la enfermedad mental como un estado violento que necesita ser encarcelado la que queda en el espectador-especialmente si es un niño o una niña- en lugar de la idea, más sutil, de que la enfermedad mental es algo que la sociedad tiene que intentar entender”. Pues, lo que se condena como error es el diagnostico de locura, emitido por los aldeanos o los English gentlemen contra un individuo que no lo estaba y no el despliegue de violencias contra “el loco”. No se condena su segregación y victimización (y, por lo tanto, el andamiaje simbólico sobre el que se sostiene la segregación y estigmatización que los grupos sociales ejercen sobre “los locos”), sino que hayan sido tildados locos por error.      

Estas representaciones negativas no sólo repercuten en los espectadores “mentalmente sanos”, predisponiendo su juicio ante patologías psico-psiquiátricas y quienes las padecen, sino también y sobre todo afectan a los pacientes. Pues cargan su contexto social y familiar con significaciones que los prejuzgan y etiquetan como personas violentas y que ponen en riesgo el orden social en el que están, por lo que deben ser aislados. Esta situación dificulta que los pacientes construyan redes de apoyo y espacios seguros. Por lo que, junto a las dificultades cotidianas que plantea una patología como, por ejemplo, el TID, los pacientes deben enfrentarse a la estigmatización que sobre ellos se cierne.   

Es preciso, por lo tanto, revisar nuestro repertorio de símbolos y significaciones con los que leemos y entendemos las patologías psico-psiquiátricas. Pues como la doctora Andrade dice, citando a Lakoff y Jonhson:  “las metáforas no son neutrales, ni son un adorno que se le añade a posteriori (sic) a un concepto. Por el contrario, las metáforas que usamos determinan nuestra concepción de un fenómeno dado, lo delimitan y adicionalmente se traducen en acciones tangibles, así como en percepciones y actitudes con respecto a él.”      


Editora: María Camila Gómez

Edición Web: Daniela Mariette Romero 

Diseño Gráfico: José Villota

Referencias: 

  Narváez, Fabio. Planeta Rica: su pasado y su presente. Edición a cargo del autor. 2015. Impreso.  

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