Mucho se ha dicho acerca de cómo la decisión de no tener hijos contribuye a mejorar las condiciones futuras del planeta. La comunidad científica concuerda en que es necesario hacer cambios drásticos en el nivel de consumo y el estilo de vida que llevamos como humanidad pero ¿qué tanto puede ayudar tener un hijo menos o no tener hijos a aliviar esta problemática?
Leyendo una revista me encontré con un artículo de Lorena Machado Fiorillo llamado una vida sin hijos. En donde cuentan la experiencia de una periodista llamada Francy Uribe, la cual decidió esterilizarse para viajar por el mundo y dedicarse completamente a ella. Pero más allá de estas razones ¿existen motivos ambientales para decidir no tener hijos?
El incremento poblacional es preocupante, pues se reduce la posibilidad de garantizar el bienestar y la satisfacción de las necesidades de la población. El sobregiro del 2019 ocurrió el 29 de julio, esto significa que los recursos naturales que el planeta tenía disponibles para ese año fueron consumidos en un periodo de siete meses. Global Footprint Network, una organización que registra el impacto de la actividad humana sobre los recursos de la tierra, calculó que el sobregiro se ha adelantado dos meses en los últimos 20 años.
El sobregiro está relacionado con un exceso de demanda de recursos que se incrementa con el constante aumento de la población. Los informes presentados a la ONU muestran preocupantes dificultades en el futuro de poder alimentar a la población mundial y una tendencia a escasez de agua causada por el crecimiento de la población, la rápida urbanización, el aumento en el nivel de consumo y la desertificación.
Teniendo en cuenta que el incremento de la población intensifica nuestra demanda de recursos, surge la preocupación de cómo contribuir a un cambio en estas tendencias. Una de las posibles soluciones es reducir el número de hijos que tenemos. Es por eso que la tendencia de tener hijos o tener menos se ha incrementado. La tasa de natalidad, la cual contabiliza los nacidos vivos en un año por cada 1000 personas, pasó de 36,05 en 1963 a una tasa de 18,65 en el año 2017 a nivel mundial. Colombia no se queda atrás, pasó de tener una tasa de natalidad de 44,59 en 1960 a 15,08 en 2017 según cifras del banco mundial. Sin embargo, esta tendencia está influenciada por muchos más factores además del ambiental.
Al momento de decidir tener un hijo, principalmente entran en cuestión el futuro y la calidad de vida que van a tener estos seres dado el cambio climático. Cada vez hay mayor preocupación por darles buenas condiciones de vida. La inmigración, la escasez de recursos, la reducción de la eficiencia de los humanos y de la productividad económica son posibles escenarios si como sociedad no cambiamos nuestros hábitos de consumo.
¿Qué dice la evidencia científica al respecto?
Según la revista Environmental Research Letter, hay cuatro acciones que se pueden hacer para contribuir a reducir la cantidad de emisiones que generamos. La que mayor impacto tiene es tener un hijo menos o ninguno, pues hay una reducción de hasta 56,8 toneladas de dióxido de carbono al año. “Una familia que decida tener un hijo menos, tendrá el mismo impacto en cuanto a reducción de emisiones que 684 adolescentes que decidan adoptar un estilo de vida de reciclaje por el resto de su vida”. Otras posibles acciones serían dejar de usar el coche, no hacer viajes trasatlánticos y llevar una dieta a base de plantas. Un estudio del IOP Science, muestra que tener un hijo menos tiene cuatro veces más efecto sobre la reducción de emisiones que adoptar otro tipo de hábitos, como reducir el consumo de agua o reciclar.
La siguiente gráfica muestra el impacto del cambio de hábitos personales en la reducción de emisiones de carbono en países desarrollados. La acción que mayor impacto tiene es tener un hijo menos con un ahorro anual de emisiones de alrededor de 60 toneladas de Co2 equivalente.
Gráfica 1: Decisiones personales para reducir el impacto de las emisiones en el cambio climático. Tomada de Seth Wynes y Kimberly Nicholas.
Según un artículo de Paul A. Murtaugh Michael G. Schlax de la universidad Estatal de Oregón, las emisiones sumadas de un descendiente, ponderado por su relación con el progenitor, pueden exceder las emisiones de por vida producidas por el padre original. “Bajo las condiciones actuales en los Estados Unidos, por ejemplo, cada niño agrega alrededor de 9441 toneladas métricas de dióxido de carbono al legado de carbono de una mujer promedio, que es 5.7 veces sus emisiones de por vida”. Esto quiere decir que la elección de reproducirse tiene futuros impactos ambientales, empezando por las repercusiones causadas por la descendencia y si esta decide reproducirse, afectaciones adicionales que se acumulan en generaciones futuras. Para los autores, las personas son responsables de su huella de carbono y de las emisiones de sus descendientes. Así, a ambos padres les pertenece la mitad de las emisiones de su descendencia y ¼ de las emisiones de sus nietos. La siguiente gráfica explica un poco mejor lo anterior.
Gráfico 2: Ilustración de la propagación de unidades genéticas en un árbol familiar. los círculos indican mujeres y los cuadrados indican hombres. La mujer inicial tiene una hija y un hijo, cada uno también tiene un hijo y una hija. Las áreas negras indican el número unidades genéticas (un total de 1 en cada una de las generaciones en este ejemplo). Tomado de: Reproduction and the carbon legacies of individuals. Paul A. Murtaugh y Michael G. Schlax.
Otro estudio de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), asegura que la moderación del crecimiento poblacional supondría la disminución de hasta el 29% de las emisiones necesarias para evitar que la temperatura alcance un rango peligroso de aquí a 2050. Si este crecimiento se mantiene hasta finales de siglo, sería un 41% de la reducción de las emisiones necesarias. Una decrecimiento de la tasa de natalidad contribuiría en gran medida.
A pesar de esto, el tiempo para que se dé un cambio considerable, que sea sostenible y coincida con el nivel de recursos que el planeta dispone, puede llegar a ser muy lejano a pesar de las fechas límites dadas por la ONU de un periodo de 10 años. Pues según la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), aunque se impusieran medidas demográficas para reducir la población en un hijo por familia en todos los países del mundo y se juntaran con la mortalidad causada por la crisis climática, la reducción de la población para el año 2100 no sería lo suficientemente significativa para hacerle frente al cambio climático.
La respuesta es contundente, tener un hijo menos o no tener hijos puede ser un gran aporte para aliviar la crisis climática. Sin embargo, es necesario hacer cambios aún más profundos para lograr una alteración que sea suficiente. Las medidas con mayor impacto serían cambios en las políticas y tecnologías que reduzcan el consumo de recursos naturales. En este sentido, el ritmo al que consumimos es otro factor que debemos repensar, junto con la manera en la que disponemos los residuos, nos desplazamos y en general con el estilo de vida que llevamos como sociedad.
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